Chicos pero profesionales

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Históricamente, las empresas «chicas» no tenían una capacidad profesional de llevar adelante aspectos de gestión. «Lo maneja como un kiosco» es una frase que encarna esta idea, que si es chico es artesanal.

Sin embargo, esto está cambiando en distinta medida según geografía y rubro, por varias razones. Una de ellas es que cada vez hay más inversión en empresas de menor porte (en forma de capital privado), lo que lleva inexorablemente a la profesionalización de algunas áreas, acorde a la escala del negocio. Esto no solo afecta a quien recibe inversión, sino también a sus competidores, que deben adaptarse a un nuevo estándar para mantenerse en el mercado.

Otra razón es que las herramientas y procesos de empresas históricamente más grandes son cada vez más accesibles para las PyMEs. Hoy es fácil para muchas de ellas incorporar elementos básicos de gestión que hace 20 años hubieran sido impensados para cualquier empresa pequeña. El capital necesario para inversiones en tecnología y metodologías de gestión es cada vez menor, facilitando este cambio.

¿Dónde generan el mayor impacto estos cambios en las capacidades de las organizaciones?

Sistematización

Un aspecto clave, independiente de la escala en la que opera una empresa, es la sistematización del negocio. Esto significa que la organización no depende exclusivamente de que en un determinado rol esté una persona en particular.

Esto no quiere decir que la empresa funcionará de la misma manera sin ciertas personas, ya que en general quienes son dueños de un pequeño negocio o empleados clave tienen una impronta fuerte. Pero tampoco quiere decir que sean imprescindibles. La sistematización permite que el negocio pueda operar con mayor estabilidad y continuidad, minimizando los riesgos asociados a la dependencia de individuos específicos.

Finanzas confiables y predecibles

Quizás uno de los aspectos más importantes es la capacidad de tener finanzas confiables y predecibles. Esto no necesariamente es más complicado que contar con planillas con información contable sencilla, pero la diferencia clave es que esta información se convierta en una herramienta vital de gestión y no en un accesorio que se completa «pour la galerie«.

La confiabilidad de las finanzas se refleja en cuánto representan la realidad del negocio y en cómo se ve impactada por la operativa diaria. Se trata de entender cómo ingresa y egresa la información financiera, con qué frecuencia y precisión.

La predictibilidad, por otro lado, se vincula a la planificación. Aunque no siempre se cuenta con una proyección de mediano o largo plazo, al menos debería ser posible obtener una imagen clara del corto plazo. Más importante aún es la capacidad de entender cómo ciertos cambios operativos pueden impactar en el negocio.

Ventas profesionales

Relacionado, pero no necesariamente dentro de lo anterior, está la capacidad de entender la «revenue function» del negocio y cómo alinear las ventas con la estrategia y los resultados esperados.

Esto no necesariamente tiene que llegar a impactar una planificación financiera para ser valioso por sí mismo. Entender las perspectivas de venta, su aporte a la facturación y margen, así como los canales, es una herramienta clave de gestión de un proceso crítico. En muchos casos, este entendimiento es intuitivo, pero requiere un respaldo en datos concretos para ser efectivo.

Conclusión

Aunque estos cambios pueden parecer distantes o teóricos, sus efectos se ven en lo cotidiano. Hoy es común ver cadenas de panaderías con procesos estandarizados, pedidos digitales en rotiserías y software POS en (casi) cualquier minimarket, sin necesidad de que estas empresas estén bajo el paraguas de una franquicia.

La necesidad de responder a competidores cada vez más sofisticados, así como la reducción de costos que justifica inversiones en tecnología y gestión, son tendencias que continúan consolidándose. Es esperable que el fenómeno de «chico pero profesional» siga su desarrollo y se vuelva la norma más que la excepción.

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