Contagiá lo bueno y depurá lo malo

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No es que me vino un empuje de ser new-age en este 2025. Es lo que da sustancia a la mejora continua, algo que todas las organizaciones exitosas logran articular. Un concepto que tiene muy buen marketing, todos lo tratan de hacer, e incluso existen certificaciones al respecto.

Sin embargo, muchas veces se percibe como algo exclusivo de grandes empresas con recursos disponibles para implementarlo formalmente. La realidad es que si nos concentramos en los principios, es algo que está disponible para empresa, sin importar su tamaño.

Las startups, en particular, tienen una gran oportunidad en este aspecto, ya que su agilidad les permite modificar y adaptar rápidamente sus prácticas para perseguir valor. Pero para mi las empresas medianas son las que pueden beneficiarse enormemente si establecen mecanismos efectivos que faciliten la evolución constante.

Es importante entender que la mejora continua no se limita a una certificación ISO o a procesos rígidos. Se trata, en esencia, de generar un entorno en el que lo bueno se contagie y lo malo se depure de manera sistemática y sostenida.

Que haya algo y que se use

No todo necesita un proceso estructurado y riguroso. Sin embargo, es fundamental que cada área u operación tenga claridad sobre cómo instrumentar ese contagio y depuración. ¿Las retrospectivas? ¡Sirven! ¿Seguimiento semanal de ventas? ¡También!

Lo crítico es que los mecanismos de mejora realmente se utilicen y sean efectivos. También, deben cubrir los dos frentes. Muchas veces, existen formas de depurar lo malo, pero no hay estrategias claras para contagiar lo bueno – o viceversa. Ambas son igual de importantes y deben estar equilibradas dentro de la organización.

Contagiá lo bueno

Contagiar lo bueno puede parecer algo intuitivamente obvio, pero no siempre sucede de manera orgánica. Uno de los principales desafíos es que la herramienta o metodología elegida logre capturar lo positivo junto con su contexto, permitiendo replicarlo de manera efectiva.

Las buenas ideas y prácticas pueden encontrar resistencia al cambio, por lo que es clave diseñarlas de manera que su adopción sea sencilla y natural.

Además, es importante evitar depender exclusivamente del boca a boca como método de difusión. Si bien tiene su mérito y puede ser muy auténtico, también puede verse limitado por los atributos personales de quiénes ocupan distintos roles. Un sistema formalizado que no dependa de factores subjetivos es mucho más efectivo y sostenible en el tiempo.

Depurá lo malo

Eliminar lo negativo es, en muchas ocasiones, más desafiante que promover lo positivo. En startups, por su necesidad, las prácticas ineficientes suelen ser descartadas rápidamente. En grandes empresas, en cambio, nos podemos encontrar con prácticas que restan pero que persisten a pesar de los mecanismos de mejora continua.

El caso más crítico ocurre en empresas medianas, donde a menudo no existen procesos claros para corregir deficiencias, pero al mismo tiempo hay suficiente estructura como para sostener ineficiencias durante mucho tiempo. Esto representa un enorme costo de oportunidad.

Es fundamental establecer mecanismos concretos que permitan identificar y eliminar prácticas que no aportan valor. Esto no solo mejora la eficiencia operativa, sino que también genera un entorno más dinámico y adaptable.

Conclusión

Estos dos conceptos buscan romper con la idea de mejora continua como una idea abstracta ni algo reservado para grandes corporaciones con certificaciones formales. Independientemente del tamaño de la organización, asegurar que estés cubierto en contagiar lo bueno y depurar lo malo es clave para un crecimiento sostenible y una cultura organizacional saludable.

No todos los mecanismos tienen que ser necesariamente comunes a todas las áreas, pero si tenemos algo que nos cubra y podemos explicarlo estaremos fomentando esa verdadera cultura de mejora que nos permite mantenernos competitivos y en constante evolución.